Parte 1: Zona norte.
Si bien nuestro viaje comenzó alrededor de un mes antes, no fue hasta llegar a Marruecos que nos sentimos comenzando un sueño que teníamos hace muchos años.
Cruzamos desde Tarifa, por el estrecho de Gibraltar, donde nos embarcamos en un ferry que tardó menos de 1 hora y media en llegar a Tánger. ¡Primera vez en suelo africano!
Tánger es una ciudad puerto más grande de lo que creíamos. Ya en el ferry un español que lleva muchos años viviendo aquí se encargó de darnos todas las advertencias posibles y amablemente nos llevó en su auto a nuestro hotel. Quedaba en medio de la medina, lo que para nosotros parecía la mejor idea, a él no le gustó mucho. Nos advirtió que tuviésemos cuidado con los carteristas (o lanzas para nosotros) y con los niños embusteros.
Otros viajeros nos habían comentado cómo funciona la relación hombre/mujer, pero al poco estar, me vi sorprendida cuando al bajar del auto sólo ayudaron a Alberto a subir sus cosas a la habitación. No es que me haya importado, pero a solo minutos de haber llegado a este país ya teníamos anécdotas que compartir entre nosotros.
El segundo impacto fue cuando nos recordaron que estábamos en un país musulmán y fuimos violentamente despertados a las 4:30 am por un altoparlante que parecía estar en la pieza. Hora de rezar. El llamado duró al menos media hora, que para nosotros fue eterna. Después comprobamos que la mezquita estaba al lado del hotel…
Luego de recorrer gran parte de la medina y haber visitado los lugares de interés, como habíamos pasado una mala noche cancelamos el día siguiente y partimos hacia Arcila. Este pequeño y lindo pueblo pesquero tiene una hermosa medina llena de artistas y artesanos que bordea la costa. A diferencia de Tánger es muy tranquila. Su principal atractivo es ser un pueblo de artistas donde cada muro blanco sirve de lienzo, mientras que puertas, ventanas y techos son azules. Es muy probable que te encuentres con más de algún artista pintando un mural mientras paseas.
Aprovechamos de ver unos partidos de fútbol. Estábamos en pleno mundial y aunque Chile no participó, nos alegraba ver a cualquier país sudamericano. Fuimos a una tetería, que son la opción a las inexistentes cafeterías o bares (si quieren un café o una cerveza este no es el lugar para eso). Era la única mujer. El té marroquí es té con menta, mucha menta y aún más azúcar y son frecuentadas casi sólo por hombres. En cada esquina que veíamos una, siempre veíamos hombres conversando. A todas horas.
Aunque Arcila es un pueblo que muchos viajeros prefieren hacer por el día desde Tánger, nosotros preferimos quedarnos un par de días. Es totalmente posible. Negociamos un precio con un taxista y comenzamos nuestro viaje a Chefchaouén, la famosa ciudad azul.
Chefchaouén, Chaouén o simplemente Chauén, la ciudad azul del Rif.
Ubicada en las montañas del Rif, en esta ciudad antiguamente convivían musulmanes y judíos. Dicen las leyendas que debido a estos últimos obtuvo su famoso color. Los judíos llegaron a estas tierras alrededor de 1930 como refugiados y para imitar el cielo, lugar del paraíso, pintaron las casas de azul. Aunque otros dicen que el azul sirve para espantar a los mosquitos.
Acá nos dejamos «perder» por sus callecitas y rincones, tratando de recorrer lo más posible. Es lindo encontrarse con las coloridas artesanías contrastadas con los muros azules. Mis favoritos fueron los pigmentos, que son polvos de colores muy vibrantes y llamativos que mezclan con agua para pintar los muros, entre otras cosas. Un lindo panorama es ver el atardecer desde el lado donde está la mezquita española.
Pasamos una noche. Suficiente para recorrer y conocer este pequeño lugar. En la estación de buses, distintos vendedores intentaron vendernos pasajes en buses de mala reputación. No se veían confiables ni los vendedores (que entre sus estrategias nos decían que no quedaban pasajes en ningún otro bus) ni los buses que promocionaban. Decidimos hacer caso omiso y fuimos a la oficina de CTM (sí, así se llama la compañía de buses más grande de Marruecos). Por supuesto que todo lo que nos habían dicho era mentira. Compramos los pasajes a Fes y menos mal no subimos a otro bus, ya que acá conocimos a Patricia, una simpática y alegre brasileña que está haciendo un viaje similar al nuestro.
Perdidos en Fes.
El camino a Fes es muy lindo y pintoresco, en contraste a la llegada a esta ciudad, grande y desordenada. Es una de las 4 ciudades imperiales de Marruecos y fue fundada en el año 807 D.C.
Aprovechando que éramos 5 (además de Patricia, habíamos sumado a dos nuevos integrantes en el bus), intentamos negociar un precio para un taxi. La difícil y agotadora tarea de acordar un precio… de algún modo pareciera que les gusta estar en este proceso el mayor tiempo posible. Íbamos a distintos lados, por lo que la conversación fue aún más larga. Una vez acordado el precio, se decidió que seríamos los primeros en bajar. Grave error. Para acortar su distancia, el taxista nos dijo que nos convenía en una entrada y que el hotel lo encontraríamos «caminando derecho por la medina», en sus propias palabras, como si fuera tarea fácil. Intentamos fiarnos de nuestra app y caminamos derecho durante al menos 1.5 kms., con nuestras mochilas a cuesta y mucho calor. Había comerciantes tratando de vendernos lo que fuera y niños intentando «ayudar». Como nos habían advertido que no nos dejáramos engañar por los niños porque intentan timar al turista, tratamos de evitarlos a toda costa. Seguimos nuestra ruta hasta que finalmente decidimos que estábamos perdidos. «Ya pasamos por acá» le decía a Alberto, y ya empezaba a ver la molestia en su frente. Esta medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1981, es la más antigua y la más grande de Marruecos. Con más de 9.000 callecitas estrechas (algunas sin salida) y pasadizos que te llevan a distintos lugares, es lo más parecido a un laberinto. Con las mochilas a cuestas, ya se hacía difícil continuar…
Transcurrido más de 1 hora y media dando vueltas sin encontrar ni carteles de nuestro destino y tanto niños como viejos diciendo una y otra vez, «por ahí no se puede pasar, está cerrado» o «por ahí no, está prohibido»… me rendí. Le dije a Alberto, «por favor, estoy cansada de dar vueltas, digámosle que sí al próximo niño que nos ayude y le damos unos dirham (moneda marroquí)». Dicho y hecho, nos encontramos con dos niños y el mayor dijo conocer nuestro hotel. El más pequeño ofreció llevarle la maleta a Alberto, pero él no se la pasó. Luego de caminar un par de metros sentimos que nos estaban dando vueltas. Y al llegar a una calle prácticamente vacía, nos dijeron que debíamos seguir solos porque más adelante estaba la policía y los podían multar. Dieron unas indicaciones y aunque sabíamos que no nos habían llevado a ningún lado, les dimos unas monedas. Al parecer no suficientes, el más pequeño se exaltó y empezó a chillar que mínimo 10€. A lo que respondimos que no manejábamos Euros y menos les daríamos esa cantidad por hacer nada. Empezó a gritar que el más grande era de una mafia (mientras nos mostraba sus tatuajes de quinceañero) a lo que éste desviaba su mirada con nervio, le decía a Alberto que le pasara la polera, que le pasáramos lo que teníamos en la mochila. Era una situación bizarra, eran niños que podríamos haber soplado y caían al suelo. Se veían totalmente indefensos, más que nosotros y el más grande sin ninguna convicción de lo que hacían. Mientras esto pasaba, un par de viejos miraban a la distancia la situación sin hacer nada. Hicimos caso omiso a su amenaza/pataleta, los corrimos y seguimos el camino con la misma fortuna de antes. Sin rumbo. Encontramos a otros turistas en la misma situación (pero sin mochilas) y, ¡me puse a llorar! Soy llorona, lo asumo. El cansancio me ganó y sentía rabia e impotencia por la situación recién vivida. Preguntando a policías y adultos, sin que nadie estuviese dispuesto a ayudar. Del llanto pasamos a la risa con estos nuevos turistas mientras buscábamos qué hacer.
Pasadas las dos horas de caminata, buscamos la puerta más cercana para salir de la medina y encontrar un lugar confiable para llamar al hotel. Llegamos a un hotel recién inaugurado (literalmente lo habían abierto hace una semana). Cuando vieron nuestra desesperación, no dudaron en ayudarnos. Me mostraron una de sus habitaciones me dijeron que si nos gustaba, alojáramos ahí por el mismo precio que pagaríamos en el otro lugar. Después de ver el lugar, nos miramos y al unísono dijimos que sí.
Recorrimos todo el hotel, viendo cada una de las habitaciones con nombres como «Sherezade», «Jazmín» o «Alibaba» (en la que nos quedamos nosotros), nos sentimos en un oasis. Realmente un lugar que no esperamos encontrar.
Ya instalados, decidimos descansar y no volver (por mientras) a la medina.
Al día siguiente visitamos el Palacio Real de Fes. Más bien dicho, vimos sus inmensas puertas doradas. 7 puertas que reflejan los 7 días de la semana y los 7 niveles de la monarquía, de un brillante bronce enmarcadas por miles de azulejos de cerámica. Como muchos lugares de interés en Marruecos, no es posible ver el interior, sino que simplemente imaginar lo magnífico que debe ser. Luego caminamos por el exterior de la medina hasta regresar al hotel. Era el cumpleaños de Alberto asi que ese día nos daríamos el gusto de ir a comer a un lindo lugar.
Durante el desayuno le había preguntado a nuestros anfitriones si tenían una tortita o queque para cantarle Cumpleaños Feliz. Pero lo llevaron más allá y al regresar de nuestra velada, nos encontramos con el Riad a oscuras. Entramos y empieza a sonar una versión tropical del Cumpleaños Feliz. Entraron con una torta y, ¡habían comprado gorritos! Nos quedamos compartiendo con ellos, comiendo torta y escuchando “Despacito”, para ellos el hit. Incluso la coreaban en su mejor español. Alberto estaba feliz.
Al día siguiente volvimos a la medina. Y el panorama sin mochilas, era muy distinto. Es muy linda, cada rincón tiene su propio encanto. Pasamos por donde trabajan las ollas y al ritmo de su martilleo, escuchamos a un par de músicos cantar y bailar al son de un ritmo bereber. Visitamos la Curtiduría de Chouwara, donde curten y tiñen el cuero. ¡Qué experiencia! Antes de entrar te pasan un ramo de menta para que uses tipo mascarilla. El olor es fuertísimo, pero con la menta se hace un poco más soportable. Primero la piel del animal pasa por un proceso de limpieza, donde tienen piscinas con cal o heces de palomas (un gran aporte al olor). En estas piscinas es donde se desprenden los pelos del cuero y extras. Una vez limpias, pasan al proceso de secado y luego a tintura. Varias piscinas con distintos pigmentos naturales dan el color: el amarillo viene de la cúrcuma, el azul de la piedra cobalto, el verde de la menta y así cada color extraído es de alguna fuente natural. Ya teñidas, las pieles pasan al último proceso, el secado, para luego ser trabajadas y convertidas en los miles de productos que se pueden encontrar dentro de la medina.
Seguimos rumbo al Museo de la Madera. Un lugar muy lindo y al parecer no muy visitado porque estaba muy tranquilo cuando fuimos. La exposición es linda, con distintos trabajos de este material y usos al estilo marroquí, pero el edificio por sí mismo es digno de ver. Con terrazas interiores talladas en madera, se vuelve una vista bastante diferente a lo que hay en la medina. Por último, logramos encontrar la madrasa (lugar sagrado y/o de estudio del Islám) Moulay Idriss. El nombre se debe a que en su interior se encuentra la tumba de Moulay Idriss II, quien es considerado uno de los fundadores de la ciudad de Fes. Acá tampoco es posible visitar su interior. No se permite la entrada a los no musulmanes, pero todo su exterior es maravilloso, lleno de detalles y ornamentaciones. Como las puertas están abiertas es posible ver algo de la vida al interior del lugar, pero sigue siendo un lugar muy reservado.
Llama la atención que al interior de la medina no existen vehículos motorizados, por lo que la forma de transportar mercadería y artículos dentro de ella son por medio de nuestros queridos y sobrecargados burritos. Aquí creció nuestro amor por estos animales (que fuimos encontrando en diversos países africanos) y que en más de alguna oportunidad, nos dió tremenda pena al ver lo sobrecargados y maltratados que van. La expectativa de vida de estos nobles animales en un lugar así no debe ser muy buena.
Al llegar al Riad, nos estaban esperando para almorzar. Era viernes y para los musulmanes es el día para compartir en familia. Nos invitaron a almorzar con ellos un delicioso cous cous de verduras porque sabían que yo no como carne <3. Al final, nuestra pérdida en el laberinto de la medina resultó tener un final muy feliz.
¿Recuerdan a Patricia, la alegre brasilera que conocimos en el bus? Nos juntamos con ella esa tarde, acompañada por el anfitrión de su couch surfing Aziz, quien se convirtió en nuestro nuevo amigo. Fuimos a ver la puesta de sol en las tumbas Meriníes y a disfrutar del viento de la tarde. Aquí además se puede tener una vista muy linda, casi total de la medina, lo que permite dimensionar su magnitud. Al caer el sol, fuimos por un té en uno de los lugares favoritos de Aziz. El Clock Café, oculto entre unos pasadizos que no parecen ir a ningún lado, encontramos esta joya escondida dentro de la medina. Para finalizar el día, fuimos a ver un concierto en vivo en una gran plaza junto a la puerta Bab Boujeloud. Supuestamente escuchábamos a un cantante famoso, pero nosotros no entendíamos nada de sus letras. Más que la música, lo entretenido era ver la cantidad de niños felices bailando que nos miraban con mucha curiosidad.
Nuestro último día en Fes, lo aprovechamos para conocer el Jardín Botánico Jnan Sbil. Lindo, lindo. Sobre todo la parte de los cactus. Compartimos la tarde con Aziz y Patricia y regresamos temprano a nuestro Riad. Al día siguiente debíamos madrugar, comenzábamos nuestro viaje al desierto. Estábamos muy entusiasmados…
C.
Fecha de nuestra visita: 23 de Junio al 1 de Julio del 2018
3 comentarios para "Marruecos: entre medinas, zokos y mezquitas."
Que delícia ler esse relato!!! Bateu saudade do Marrocos e de todas as aventuras que vivemos por lá! Além de ser um lugar incrível, nos permitiu esse encontro!! Que lindo!! Um abraço Carla e Alberto!! * as fotos estão fantásticas!
Que bueno que te haya gustado y te haya traído recuerdos Pati. Para nosotros ha sido una linda aventura y es muy bonito que seas parte de ella.
Un abrazo grande. 😀
Excelente relato, lo leímos juntos con la mamá y nos parecía estar nosotros haciendo el recorrido y sufriendo todos los inconvenientes en la Nedina mientras buscaban el hotel.
Que maravillosos recuerdos traerán de su viaje