Visitando la cuna de Freddie Mercury.

Volvemos en un largo viaje a Chile y en el avión nos sentamos a ver Bohemian Rhapsody, la película biográfica de Freddie Mercury junto a su banda Queen. No podemos evitar recordar nuestros días en Zanzibar, esta pequeña isla africana ubicada al este del continente. Mientras estábamos allá, subimos una foto a Instagram y nos comentaron, «están en el lugar que vió nacer a Freddie», algo que nosotros desconocíamos, pero que ahora es parte de la anécdota de nuestro viaje.

Habíamos escuchado bastante sobre esta exótica isla. No mucho antes de nuestra visita, mi hermano junto a su familia habían ido unos días de vacaciones. Sabíamos que es muy común después de realizar algún Safari en África, terminar las vacaciones con unos días en Zanzibar, en uno de los muchos resorts de lujo que hay alrededor de la isla. Nos pasó también que al estar previamente en la costa Keniata, escuchamos muchas historias, vimos fotos y folletos de Zanzibar, pero nunca nada que veas es como vivirlo, así que teníamos ganas de experimentar la isla por nuestra cuenta. 😀

Carla en la playa de Zanzibar. Las cabañas que arrendamos por Booking en Zanzibar. Carla bajo el muelle en playa de Zanzibar Botecito en playa de Zanzibar

Paseando por Zanzibar.

Tomamos un vuelo desde Mombasa, Kenia. El pequeño avión de pasajeros tardó cerca de 40 minutos en aterrizar en la famosa isla. Al salir del aeropuerto, junto a muchos otros taxistas, nos estaba esperando Suleiman, nuestro simpático chofer. Gestionamos todo con el alojamiento antes de llegar para que nos llevaran desde el aeropuerto a las pequeñas cabañas que quedaban al otro lado de la isla.
Durante el trayecto conversamos bastante, aprendiendo de la isla, rodeados de un hermoso paisaje verde selvático, aunque con una rusticidad y pobreza que nos llamó la atención. Habiendo escuchado tanto de la isla, no pensamos el nivel de pobreza que tiene. Como la mayoría de los lugares visitados a estas alturas, mucha basura por todos lados. Y entre palabra y palabra, constantemente le escuchábamos decir: Hakuna Matata, una expresión swahili para vivir todo con calma y tranquilidad, tal cual lo cantaran Timón y Pumba en El Rey León. Con la conversación pasó el tiempo, y llegamos a la que sería nuestra casa por varios días, una pequeña y hermosa cabaña frente al mar (que reservamos aquí por Booking), la que en ese entonces estaba aún en construcción. Aunque mi recepción no fue la más agradable, ya que nuevamente mi aversión por las arañas me jugó otra mala pasada, y ahí estaba una enorme araña esperándome en el baño… 😀, aunque este mal rato fue olvidado al ver el patio de nuestra casa, la extensa playa de arena blanca que quedaba nada más al abrir la puerta. Sin vecinos, sin hoteles cerca, sin otros huéspedes, ¡la playa era nuestra!

Disfrutando la playa para nosotros en Zanzibar.
Disfrutando la playa para nosotros en Zanzibar.

Nuestro anfitrión, Enricco (o Ricco), un italiano como muchos otros que hicieron de estas tierras su nuevo hogar (para nosotros tremendamente afortunado), nos recomendó un restaurant para salir a comer. Si bien el alojamiento tenía el beneficio de estar frente a la playa, todo nos quedaba bastante lejos. Llegamos con hambre y no teníamos nada en la cocina. Así que salimos a caminar casi de noche, por la orilla de la playa, acompañados por el sonido de las olas y rodeados de las estrellas que empezaban a asomar. Llegamos al restaurante recomendado y notamos que por este sector habían varios hoteles, restaurantes y tiendas que ya tendríamos el tiempo de conocer.

Si nuestra primera impresión había sido linda, despertar fue una maravilla. Cada mañana desayunamos con vista al mar, nuestro pequeño jardín con reposeras y una pequeña mesa lo hacían muy acogedor. La marea cambiaba constantemente y al estar al frente, aprender los horarios y maravillarse con el proceso, era parte de las rutinas diarias. Durante gran parte del día la marea estaba baja y el mar muy lejos, lo que nos dejaba muchos metros de extensa arena para caminar, buscar cangrejos, ermitaños y otros animales.
Caminamos de día hacia la zona hotelera lo que fue toda una experiencia. Vivimos el acoso al turista. En cuanto te ven, empiezan a llegar a saludarte montones de personajes y a hacerte invitaciones a sus tiendas. Se unen a la romántica caminata, con bastante insistencia. En un principio es entretenido, llamativo, interesante, porque te cuentan historias del lugar y de ellos, pero después de varios días en que te tratan como si no te hubiesen visto nunca antes, se hace muy agotador. Cada día la presentación y la misma historia pierden su magia. Y aunque hicimos lo posible por caminar tranquilos, era difícil. Para nuestra suerte, esto sucede cerca de los hoteles y nosotros estábamos bastante lejos de eso. Podíamos pasear sin ser molestados junto a las vacas que se pueden ver en la playa a distintas horas.

Zanzibar y los colores de su mar Carla recogiendo conchitas en Zanzibar

Ya más instalados, decidimos partir al supermercado para poder preparar nuestra comida. Para nosotros es importante poder contar con cocina en los alojamientos a los que vamos, poder cocinar nosotros, ahorrar algo de plata y preparar platos que no son muy comunes de encontrar. Inclusive ensaladas, que por lo general no son un recurso fácil de conseguir. En eso, conocimos a nuestros recién llegados vecinos. Una simpática familia de Estados Unidos, con quienes de inmediato hicimos «buenas migas». Anthony, o Tony, se nos unió al viaje al supermercado con quien quedamos de recorrer juntos la isla.

Snorkel alrededor de la isla de Bill Gates.

Los días avanzaban de manera muy tranquila. Nuestra rutina era caminar por la playa, encontrar conchitas, estrellas de mar, acariciar a las vacas y conocer a la familia estadounidense: Anthony, Malorie y Lando. Conversamos de política, historia, cómo es Chile, cómo es Estados Unidos, de viajes, de animales, etc… tuvimos muy buena onda y planear paseos juntos surgió como algo muy espontáneo.

Eramos 5, lo que mejoraba nuestro poder de negociación. Así que empezamos a planificar y negociar paseos en grupo. La isla de Mnemba sonaba como un destino interesante, así que hicimos las averiguaciones y partimos a hacer snorkel ahí.

Escolares con prendas islámicas en playa de Zanzibar Grupo de botes en la isla de Mnemba, Zanzibar Isla de Mnemba, Zanzibar

Nos recogieron temprano por la mañana en una minivan y partimos hacia el norte, a otra playa desde donde saldría la lancha. Una playa hermosa, de un intenso color entre turquesa y celeste, arena blanca finísima, y de repente aparecen algunos escolares. A ratos te olvidas que estás en un país musulmán, pero ahí aparecen ellas con sus coloridos hiyab como parte del uniforme escolar. Todo muy fotogénico, sus trajes azules haciendo juego con el mar y la alegría que contagia el ambiente.

Con esta imagen nos embarcamos, rumbo a un punto cercano a la que alguna vez fue la isla de Bill Gates, Mnemba. Una paradisíaca isla, con una playa perfecta a la cual está prohibido acceder. Tuvimos que contentarnos con verla de lejos y bordearla desde la lancha.
No importó, nos tiramos al agua, un poco fría a nuestro parecer, aunque lo olvidas al entretenerte con el fondo marino. Cientos de peces enmarcados en este intenso azul que hermosamente se fundía con el azul del cielo, aunque también mucha gente haciendo el mismo tour o alguno similar. Cambiamos de lugar, cada vez más cerca de la isla, menos corriente, pero también menos coral. Parecía una piscina natural.
De repente, todo se revoluciona…

– «Dolphins!» nos gritan.
– ¿Qué? ¡¿Dónde?!

Ahí venía una familia de delfines que apareció de forma casual para revolucionar a todos los que estábamos ahí. Alberto estaba en el agua y le pasaron bastante cerca, aunque él ni se dio por enterado. Volvimos rápidamente al bote porque nos gritan que hay que salir… era una locura. Con Malorie nos reíamos del caos, viendo a todos saltar al agua y otros salir en euforia, muy de locos. Anthony se sentía mal, su entusiasmo le hizo una mala jugada y se mareó al instante, por lo que lamentablemente tuvo un muy mal viaje. Lando, feliz. En su corta edad, nunca había hecho snorkel ni menos había visto delfines por lo que el 2×1 estuvo tremendo para él.

Snorkel en Zanzibar Haciendo snorkel en las cercanías de la isla de Mnemba, Zanzibar Snorkel en Zanzibar

En eso, comienza una persecución que no imaginábamos. Siguiendo a los delfines que asomaban sus aletas cada tanto. Nosotros sentados en el bote y de repente nos decían, «Jump!» y al agua sin pensar. Yo miraba la escena, gozando pero a la vez algo ansiosa. Esperé, pacientemente a tenerlos más cerca y sin mucha gente, tenía el equipo puesto y cuando venían cerca de nuestra lancha…

«Go, go, gooooo!»

Fueron segundos, seguro tragué agua, no lo recuerdo. Pero en esos segundos que logré nadar junto a ellos, los pude escuchar comunicándose, fue mágico. Un sonido que sólo había escuchado en películas, lo vivía bajo el agua ❤. En eso, Alberto sale y dice que había temido por su vida, jajaja. ¿Quién le tiene miedo a los delfines y no a los tiburones? ¡Él! Estaba en las mismas que yo pero con la cámara documentando todo, cuando uno de ellos de manera curiosa (o para distraerlo), se acercó y le dio una vuelta alrededor mirándolo. En eso, tragó agua y sale gritando que el delfín lo había querido atacar. Quedará para la historia. Por mi lado, mi experiencia flash será algo que jamás olvidaré. Regresé a la lancha en las nubes.

Terminada la aventura, nos sentimos un tanto contrariados. Si bien seguimos el juego por la adrenalina del momento, de haber sabido que haríamos eso no lo habríamos hecho. Fue como una cacería por perseguir a los delfines y luego nos enteramos de que los tours acostumbran hacer eso. En cuanto ven delfines, los persiguen con los turistas en el bote y saltando en la cercanía para que luego las propinas sean mejores. Nosotros no sabíamos ni que veríamos delfines. Fue bastante sorpresivo. Tampoco sabíamos de estas persecuciones que comprobamos son bastante comunes en muchos países y, aunque lo disfrutamos, recomendaríamos no fomentar este tipo de turismo. Sin duda está mal y de seguro hay otras formas de ver a los animales de un modo menos invasivo. Nos da alegría haberlo vivido, fue sorpresivo, pero a la vez un poco de vergüenza de no haber reflexionado sobre eso en el momento.

Caminando en un banco de arena, en Zanzibar. Estrella de mar de color rojo, Zanzibar Carla, Malorie y Lando caminando en un banco de arena en Zanzibar.

Así, decidimos que era suficiente snorkel y regresamos a la playa donde partimos a pasar un rato ahí y caminar. La playa hermosa, tranquila y con unos bancos de arena que lo hacía muy entretenido de recorrer. Nos encontramos con bancos llenos de hermosas estrellas de mar, de un color rojo que contrastaba increíblemente con los colores del paisaje. Todo tremendamente lindo. A esas alturas habíamos olvidado que habían pasado horas y que el efecto del bloqueador habría pasado. En la tarde/noche, post ducha, el bronceado intenso había adquirido tonos rojos, muy similar al de las estrellas. 😀

De especias y algo de historia.

Piña vista desde arriba en la granja de especias en Zanzibar
Piña vista desde arriba en la granja de especias en Zanzibar

El éxito y lo entretenido del paseo juntos, nos llevó a querer planear otra aventura. Después de pasar una noche contemplando las estrellas en nuestro patio tomando unas cervezas y comiendo chapati, pensamos ir a conocer el casco antiguo de la ciudad de Zanzíbar para conocer algo de la historia y ver algo de la artesanía local.

Antes de llegar allá realizamos un tour por un campo de especias.
Dentro de unos metros cuadrados, pudimos ver, oler y conocer todas las especias que pueden crecer en esta isla. Hay muchos paseos de este tipo y muchas granjas para elegir, pero a nosotros nos llevaron a una llamada Tangawizi Spice Farm. Plantas de henna, aloe, cacao, muchísimas frutas como mango, plátano, uva y otras cosas más raras para nosotros como lipostick, carambola, en fin… una variedad mucho más amplia de la que imaginábamos. El paseo fue muy entretenido y didáctico. A medida que avanzábamos, íbamos siendo decorados con accesorios naturales que creaba uno de nuestros guías, que al final nos dio motivo para hacer una linda foto grupal, aunque no nos tocó el mejor fotógrafo (de muchas fotos, sólo salvamos un par).

Grupo posando en la granja de especias, Zanzibar Grupo en la granja de especias, Zanzibar Grupo desenfocado en la granja de especias, Zanzibar Carla y Malorie disfrazadas en la granja de especias, Zanzibar

Luego de la visita, bastante más larga de lo que esperábamos, nos dirigimos hacia la parte antigua de la ciudad de Zanzibar: Stone Town.

Stone Town.

Declarada Patrimonio de la Humanidad por Unesco en el año 2000, esta ciudad tiene una mezcla de varias influencias, lo cual se puede ver paseando por sus calles, en su arquitectura con claras influencias árabes, persas, indias y europeas. También fue conocida durante el siglo XIX como un importante centro de comercio de especias, tráfico de esclavos y de marfil. Y no fue hasta el año 1964, luego de una revolución que los liberó del sultán, que se unió a en ese entonces a lo que se conocía como Tanganyika, para formar finalmente lo que hoy conocemos como Tanzania.

Castillo en Stone Town, Zanzibar Calles llenas de arte y artesania en Stone Town, Zanzibar. Mascaras de animales en Stone Town, Zanzibar Mascaras en Stone Town, Zanzibar

Aunque hay un par de edificios históricos que se pueden visitar, lo más lindo a mi parecer es recorrer sus calles y perderse en ellas. Muchas de ellas llenas de artesanías maravillosas, donde lo puedes ver incluso en los detalles de las casas (aunque hay varias que están ya muy deterioradas). Nosotros no pudimos resistirnos y compramos unas máscaras de animales que además nos recordarían nuestros días de safari. Hay varios restaurantes y nosotros nos tentamos con unos helados que recomendó Malorie, quien visitaba en una segunda oportunidad Zanzíbar.
Nosotros no lo hicimos, pero creo que es muy recomendable al menos pasar una noche acá, para poder recorrer con calma. La ciudad se ve muy interesante y bonita y sin duda vale la pena recorrer con mucho más tiempo y aprovechar la cantidad de locales y restaurantes que llaman la atención.

Un atardecer en la playa de Nungwi, Zanzibar. Cangrejo ermitaño de colores llamativos y peludo en playa de Zanzibar Cangrejo ermitaño en playa de Zanzibar

Terminamos el día llendo a la playa de Nungwi, al norte de la isla. Queríamos aprovechar la tarde allá y ver el atardecer en ese lado que sabíamos por Malorie era tremendamente lindo. Debo decir que este lado de la isla es más turístico, con playas muy bonitas y mucha hotelería. Caminamos por la extensa playa viendo casas y hoteles increíbles, recogiendo conchitas muy bonitas para terminar el día tomando unas cervezas viendo una tremenda puesta de sol.

Así pasamos nuestros días en Zanzibar, con algunos paseos, mucha entretención, aún más descanso. Compartiendo con vaquitas playeras 😀, amaneceres y atardeceres increíbles, muchas caminatas, noches estrelladas con muy buena compañía. Para nuestros recuerdos quedarán muchas historias que ojalá algún día podamos revivir.

C.

Fecha de nuestra visita: Del 12 al 18 de Septiembre del 2018

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